Who Are Your Messengers?
En este segundo domingo de Adviento, / es bueno para nosotros escuchar con atención a la oración: / "Dios de misericordia, / que enviaste a tus mensajeros, los profetas, / a predicar el arrepentimiento y preparar el camino de nuestra salvación: / Danos gracia para atender sus advertencias / y abandonar nuestros pecados, / a fin de que recibamos gozosamente / la venida de Jesucristo nuestro Redentor..."
¿Quiénes son sus mensajeros, sus "profetas"? / Tal vez un amigo suyo? / Sus padres, o sus hijos? / El sacerdote? / El profeta podía ser un santo favorito? / O tal vez alguien que admiras, como Nelson Mandela o César Chávez? / O tal vez una persona por lamentarse, como Andy Lopez? / ¿Qué es lo que dicen tus profetas acerca de arrepentimiento y de preparar el camino para Jesús, que es nuestra "salvación"? /
Hoy cada lectura de la Sagrada Escritura / nos da algunas pistas con el fin de responder a esta pregunta. / En la Biblia, Dios envía mensajeros o profetas que hablan en nombre de Dios. / A veces, traen un mensaje esperanzador. / En otras ocasiones, es un mensaje de instrucción o aviso. / En cada caso el mensajero o profeta revela los deseos y las expectativas de Dios. /
En la primera lectura Isaías habla del Mesías, / lo de que el pueblo de Dios espera. / Isaías indica que este "Ungido" es único mensajero y profeta de Dios. / Él dice que la principal tarea del Mesías / es la de traer justicia para los pobres / y la igualdad de oportunidades / para aquellos que están débiles o desfavorecidos. / El "Ungido" enseñá al pueblo de Dios para no herir o destruir mutuamente. / Van a aprender a vivir juntos en paz. /
En la Epístola de San Pablo desea lo mismo: / "a vivir en armonía unos con otros", / "acéptense los unos a los otros", / y lo realizar como servidores a demás, / al igual que Cristo fue un servidor “de la verdad de Dios", / a fin de que todas las personas "glorifiquen a Dios por su misericordia". / Esta es la fórmula de alegría, / de paz / y esperanza abundante del Espíritu Santo. /
Por ultimo, / el evangelio describe la predicación de San Juan Bautista, / el mensajero y profeta clasico del adviento. / El Bautista predica en el desierto, / en un lugar donde no hay cosas que puedan distraer la atención de las personanas. / El desierto es el lugar tradicional / donde, desde los días del Exodo, Dios llamaba a su pueblo a la conversión. /
San Mateo subraya la austeridad personal del Bautista, / que nos recuerda al profeta Elías, y que ataca la conversión superficial y de apariencias de los fariseos que acudían a bautizarse. / Dios desea de todos una conversión interior sincera, / y no solamente despreocupada. / La conversión debe verse concretamente en sus frutos / y en la manera en que nos comportamos con Dios y con los demás. / El que no se convierte sinceramente para recibir a Jesús como Salvador, / lo recibirá y encontrará como juez. /
No hay que olvidar que Jesús viene en Navidad también esperando frutos de nosotros. / Todos necesitamos conversión. / Nos convertimos a Dios y nos convertimos hacia los demás por una vida de caridad / y de sincero interés por ellos, / especialmente por los necesitados. / Los ritos externos, hasta el del bautismo, ayudan poco / si no van acompañados de un esfuerzo sincero para hacer la voluntad de Dios. /
Los fariseos se adaptaban a los ritos externos cuando les convenía, / pero no aceptaban los valores, / la mentalidad / y las exigencias del Reino que Jesús anunciaba. / El bautismo sin conversión es tan ilusorio / para la salvación como el pretender ser hijo de Abrahán por el solo hecho de ser de raza judía; / el hijo es el que se comporta como su padre, / y que de tal palo tal astilla. / El ser hijo o hija de Abrahán debía traducirse en imitar la fe heróica del santo patriarcha /que creyó contras toda esperanza. /
San Mateo señala que el bautismo de agua debe ir acompañado del bautismo con el Espíritu / (de veracidad, / amor / y compromiso por los pobres / y con el fuego / (de purificación radical del amor de Dios). / San Juan Bautista recurría a un lenguaje de urgencia, / apocalíptico, / duro y violento, / para despertar a sus oyentes y moverlos a aprovechar la oportunidad de salvación que Dios les ofrecía. / La salvación, / la vida con Dios y con Jesús, / está siempre al alcance de la mano / y nos urge el recibirla. /
Escucha con atención a los mensajeros y profetas en su vida. / Hoy Dios nos llama a "atender sus advertencias y abandonar nuestros pecados". / Dios nos llama a la conversión, / que tipo de pruebas concretamente nuestra fidelidad a Dios. / Una prueba de este tipo sólo se encuentra en nuestras relaciones con los demás. / ¿Estamos dispuestos a someterse a esta conversión en la fe / para "que podamos saludar con alegría la venida de Jesucristo nuestro Redentor"?
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On this second sunday of Advent, it is good for us to listen closely again to the prayer: "Merciful God, who sent your messengers the prophets to preach repentance and prepare the way for our salvation: Give us grace to heed their warnings and forsake our sins, that we may greet with jSoy the coming of Jesus Christ our Redeemer...”
Who are your messengers, your "prophets"? Perhaps a friend of yours? Your parents, or your children? your priest? Could your prophet be a favorite saint? Or maybe someone whom you admire, like Cesar Chavez? or perhaps a person for whom you grieve, such as Andy Lopez? What do your prophets tell you about repentance and about preparing the way for Jesus who is our "salvation"?
Each reading today from Holy Scripture gives us some clues in order to answer that question. In the Bible God sends messengers or prophets to speak in the name of God. Sometimes they bring a hopeful message. At other times it is a message of admonition or warning. In each case the messenger or prophet reveals the wishes and expectations of God.
In the first reading Isaiah (11:1-10) talks about the Messiah, the One for whom the people of God awaited. Isaiah indicates that this “Anointed One” is God’s unique messenger and prophet. He says that the Messiah’s chief concern is to bring righteousness for the poor and equity for those who are weak or disadvantaged. The “Anointed One” will teach the people of God to not hurt or destroy each other any longer. They will learn to live together in peace.
In the Epistle (Romans 15:4-13) St. Paul wishes for the same thing: “to live in harmony with one another”, to “welcome one another”, and to accomplish this by becoming servants to one another, just as Christ was a servant “of the truth of God”, in order that all people “might glorify God for his mercy.” This is the formula for joy, peace, and abundant hope through the Holy Spirit.
Finally, the Gospel (Matthew 3:1-12) describes the preaching of John the Baptist, the classical advent messenger and prophet. The Baptist preaches in the desert, in a place where there are no things which can distract people’s attention. The desert is the traditional place where, since the days of the Exodus, God calls his people to conversion.
St. Matthew stresses the austerity of the Baptist: who reminds us of Elijah the prophet, and who attacks the superficial conversion and appearances of the Pharisees who came to be baptized; God requires of everyone a sincere interior conversion, not just a casual one. Conversion hinges specifically on the fruits and in the way that we behave with God and with others. Whoever isn’t sincerely converted to accept Jesus as Savior, will receive and find him as a judge.
We must not forget that Jesus comes at Christmas expecting fruits from us. We all need conversion. We are converted to God and toward others by a life of charity and of sincere interest in them, especially those in need. The external rites, even of baptism, help little if they aren’t accompanied by a sincere effort to do God’s will.
The Pharisees were adapted to external rites when it suited them, but they didn’t accept the values, the mentality and the demands of the Kingdom that Jesus announced. Baptism without conversion is as illusory for salvation as pretending to be a son of Abraham by the mere fact of being part of the Jewish race; A son is one who behaves just like his father: “like father, like son”. The son or daughter of Abraham should be able to reflect the heroic faith of the holy patriarch who believed against all hope.
St. Matthew says that baptism with water should be accompanied by baptism with the Spirit (of truth, love and commitment to the poor, and with fire (the radical purification by God’s love). John the Baptizer resorted to a language of urgency, apocalyptic, harsh and violent, in order to awaken his listeners and move them to take advantage of the opportunity of salvation which God offered them. Salvation, life with God and with Jesus, is always within reach, and he urges us to grasp it.
Listen closely to the messengers and prophets in your life. Today God calls us to “heed their warnings and to forsake our sins.” God calls us to the type of conversion which concretely tests our fidelity to God. Such a test is found only in our relationships with one another. Are we willing to undergo this conversion in faith in order “that we may greet with joy the coming of Jesus Christ our Redeemer”?
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